Historia del Centro Despachantes de Aduana
Fue un atardecer del día 16 de Agosto de 1912. Una inusual actividad conmovía el hasta entonces tranquilo ambiente de una modesta casona de la calle Moreno 257 del Barrio de San Telmo, en la que un grupo de hombres respondía a una convocatoria que exaltaba sus corazones y los llenaba de un entusiasmo inocultable.
Era un núcleo de profesionales de la actividad aduanera que inspirados en una visión de futuro y presagiando la vecindad de cambios estructurales en la sociedad de que eran participes, se reunían para sentar las bases de una entidad gremial que, como se expresara luego en el Acta Constitutiva de la misma, estaba destinada a "patrocinar y defender los intereses colectivos de sus integrantes, a fin de fueran considerados de acuerdo a la delicada misión que desempeñaban ante las autoridades publicas y el mismo comercio".
Fueron realmente visionarios. Por entonces la República y el mundo vivían momentos de transición. Buenos Aires había dejado de ser la Gran Aldea y emergía venturosa y pletórica, envuelta todavía por los gratos recuerdos y los festejos de la celebración del primer centenario de la Revolución de Mayo.
Contemplaba con satisfacción, no exenta de sorpresa, como salían de su puerto los convoyes de buques de alto porte que transportaban a la vieja Europa en sus anchas bodegas las riquezas de su fecundo suelo, volviendo con importantes cargamentos de bienes y mercaderías para la vida y confort de sus habitantes.
Era natural que ese febril incremento del comercio internacional provocase una intensa actividad aduanera que requería cada vez mas del concurso de agentes especializados que prestaran sus servicios al comercio, ofreciendo las garantías de seguridad y correcto comportamiento y aventaran la presencia de aventureros atraídos por el mero afán de lucrar con las necesidades del momento.
Fue al estimulo de esta realidad que aquellos hombres gestaron el proyecto de unirse en una institución de carácter gremial que los fortaleciera en la defensa de sus derechos y estimulara en el cumplimiento de sus obligaciones y responsabilidades, en forma de dignificar su cometido y protegerlos de intereses espurios.
Tal convicción se vio robustecida por el hecho de que poco tiempo antes, el 30 de mayo de 1912, el Poder Ejecutivo Nacional había dictado un decreto conocido como "Reglamento del ejercicio de la profesión de despachante de aduana". Cabe aclarar que si bien la primera referencia concreta a la profesión en los cuerpos legales se había producido a partir de la Ley 478 sancionada en 1872, lo cierto es que aquel decreto se señala como el instrumento inicial, emanado del poder publico, que confiere a los despachantes una personería definida, constituyendo el hito que marca el largo camino que habría de conducir al fin al dictado de la ley que institucionalizo el ejercicio de la profesión, acordándoles la jerarquía y el consiguiente nivel de importancia en la escala social. Largos años después, el 24 de noviembre de 1933, la entonces Dirección General de Aduanas habría de emitir un nuevo instrumento sobre la actuación profesional que reafirmo el anterior y constituyo el antecedente inmediato anterior a la sanción de las leyes 13.000 y 17.235, primero, y luego de la 22.415 (Código Aduanero) que rige en la actualidad.
Surgía naturalmente que frente a aquel primitivo decreto que implícitamente reconoció al despachante el carácter de auxiliar del fisco, acordándole la facultad de representar ante la aduana a los importadores y exportadores, los interesados buscasen la forma de nuclearse en una entidad representativa, capaz de identificarlos en el ejercicio de funciones especificas oficialmente atribuidas por las autoridades publicas.
Fue así como los aplausos y los vítores escuchados en la vieja casa de Balcarce, anunciaron aquel 16 de agosto la fundación del Centro Despachantes de Aduana y la designación de la comisión encargada de su organización y de dirigir sus primeros pasos. De allí en mas comienza la historia de setenta y cinco años de existencia, con sus conos de luz y de sombras, sus éxitos y sus vicisitudes, sus conquistas y sus decepciones.
La adhesión a la iniciativa fue inmediata y total y una larga lista de nombres podría dar testimonio de quienes con su fe y renovadas esperanzas sumaron su presencia y sus esfuerzos para colocar la piedra basal de la institución y darle el impulso vital que la puso en marcha. Todos lucharon tesoneramente en la obra común, dando un ejemplo de solidaridad digno de recordarse, y contribuyendo a consolidar un patrimonio moral que es la mejor herencia recibida.
Pero entre todos se destaca con perfiles nítidos un protagonista cuyo recuerdo perdura a través del tiempo como símbolo, porque su figura esta íntimamente vinculada con la existencia misma del Centro: Don Pantaleón M. Sánchez. Hablar un luchador emérito, tesonero e incansable. Por su espíritu emprendedor y previsor fue el alma mater del movimiento de unificación y de la coordinación de los trabajos que culminaron con la creación de la institución de la que fu su primer Presidente, cargo que ejerció casi ininterrumpidamente hasta el año 1947.
La militancia efectiva en el plano social de los directivos del Centro fue marcando jalones en su historia. Uno de los hechos más importantes fue la adquisición de la casa propia, largo sueño hecho realidad en el año 1938 bajo la Presidencia del señor Luis F. Minuto, y la activa participación de los señores Pantaleón M. Sánchez y Juan Carlos Sassone. Ubicada en la calle Moreno 380-84, constituye la sede actual de la entidad, luego de haberla establecido años antes en la calle Victoria 348 (hoy Hipolito Yrigoyen).
La preocupación nacida en los años siguientes por dotarla de mejoras, mayores espacios y más adecuada distribución de los mismos, fue iniciada con la construcción de un segundo piso, obra efectuada en el año 1974 bajo la Presidencia del señor Roberto Racana, pero en realidad la obra de remodelamiento total, que significo la transformación integral de sus dependencias fue obra de la Comisión Directiva presidida por el señor Jesús Blanco realizada durante el lapso 1978-80 y cuya habilitación tuvo lugar al acceder a la Presidencia el señor Enio Riccciardi en 1981.
Los cambios y mejoras producidos en la infraestructura societaria en el largo periodo que abarca esta reseña, han sido tantos que harían demasiado extensa su enunciación. Los hubo de toda índole: técnicos y administrativos de modernización y progreso, incluyendo la incorporación reciente de los mas adelantados de la informática; de gran envergadura o de rutina, pero encarados siempre con seriedad y espíritu de servicio, proporcionando apoyo técnico a los asociados para el mejor cumplimiento de sus funciones, sin descuidar una activa colaboración con las autoridades oficiales con vistas al mejoramiento de los servicios aduanero. Pero hay un hecho que merece ser destacado como una de las conquistas mas salientes de todo el periplo y es referente a la sanción de la ley 13.000, reglamentaria de la profesión de despachante de aduana, a la que ampara y legaliza acordando a sus integrantes los atributos suficientes para su eficaz desempeño.
Solo la constancia y el tesón de dos generaciones, puesta al servicio de una justa aspiración pudo tener al fin, luego de treinta y cinco años de lucha, el ansiado y merecido epilogo, cuando el 7 de agosto de 1947 el Congreso Nacional daba sanción a la mencionada ley.
La trascendente conquista por la dignificación y jerarquización profesional había sido alcanzada; sin embargo hubo que entablar nueva lucha para mantenerla en su integridad, cuando en el año 1963 se hicieron intensos, en principio exitosos, desde algunas áreas oficiales para cercenar el texto legal en forma perjudicial a la profesionalidad.
Las arduas gestiones efectuadas por un grupo de asociados constituido por los señores José Troncoso, J. Manuel Oubiña, el asesor N. Orestes Cuccarese (fallecidos) y don José María Albareda, culminaron con un éxito total, al lograr el restablecimiento de la ley aludida en su texto original.
Lo restante en esta materia es suficientemente conocido y consiste en el dictado de las leyes 17.325 en el año 1967, que sustituyo a la 13.000 y a la 22.415 (Código Aduanero) que rige actualmente desde 1981.
Resultaría injustificado pensar que frente al panorama de su proyección externa, las autoridades del Centro no se hayan preocupado por los problemas de trascendencia social en este sentido merece especial mención la autorización obtenida oficialmente para el funcionamiento del llamado Fondo Común Solidario, como un medio implementado para hacer accesible a la mayoría de la masa societaria el cumplimiento de la elevada suma que impuso la ley 17.325 en concepto de la garantía que debía otorgar cada despachante para continuar en el ejercicio de la profesión.
Esta conquista esencialmente lograda en 1967 por mérito de las autoridades de esa fecha presididas por don Luis Benardello, su inspirador y principal gestor, ha quedado definitiva e institucionalmente incorporada al régimen vigente, en virtud de su ratificación bajo el imperio de la ley 22.415 merced al empeño de la conducción presidencial del señor Ricciardi.
La lucha por la Jerarquización profesional reconoce, como se ha dicho, añejas y profundas raíces y entre sus manifestaciones adquiere un significado especial la aspiración de obtener la creación de la carrera universitaria.
Las tareas del despachante de aduana han ido adquiriendo con el tiempo mayor complejidad, exigiendo la posesión de amplios conocimientos sobre las diversas materias que conforman el espectro de disposiciones legales y reglamentarias que rigen su ejercicio, aplicable a una actividad tan vital para la economía del país, como es el comercio internacional. Su cometido, por lo mismo que es de carácter profesional, de índole propia y bien definida y además protagonista y responsable del manejo de importantes intereses debe estar respaldado por la posesión de un titulo universitario que le acuerde la jerarquía que emana de la especialización, cualidades y competencia que exige su desempeño.
Entendiéndolo así el Centro ha venido bregando desde tiempo atrás por la creación de la carrera universitaria. Iniciadas en el año 1969 ante la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, las gestiones se vienen renovando por las sucesivas autoridades que conducen los destinos del Centro para lograr su implementación, actividades en estos últimos años. La certeza de que ello redundará en beneficios de orden técnico, legal y moral y que además incidirá en el mejoramiento del servicio aduanero, son las constantes que mueven a perseverar en el propósito señalado.
Como síntesis de lo expuesto es dable afirmar que mediante una labor cumplida con perseverancia y responsabilidad, el Centro ha forjado su verdadera imagen: la de una institución que tiene conciencia de sus objetivos y se aplica a cumplirlos con fidelidad, aportando a la sociedad de que forma parte el fruto de sus trabajos y experiencia.
De allí el lugar de importancia y jerarquía que ha alcanzado entre las entidades de su genero, dedicadas en sus distintos aspectos a la intensificación del intercambio comercial y actividades a su servicio, proponiendo al mejoramiento de las relaciones que lo generar y al perfeccionamiento de su técnica operativa.
Al mismo motivo debe atribuirse el carácter de interlocutor valido que ha conquistado en el ámbito oficial de las actividades aduaneras y portuarias, en el cual su concurso es frecuentemente requerido para el estudio de los problemas específicos y a cuyo llamado el Centro responde animado del permanente espíritu de colaboración que la ha caracterizado desde el momento mismo de su creación.-
Muestra de la dimensión con que es apreciada esta colaboración puede darla el hecho de que en la actualidad esta integrando tres importantes organismos dedicados al estudio y solución de problemas de sus respectivas áreas, a saber: Consejo Consultivo Aduanero, la Junta Consultiva de la Administración General de Puertos y la Junta Consultiva del Puerto de Buenos Aires.
Cabe agregar que la presencia y acción del Centro también se muestra en el plano internacional. En efecto, el Centro es miembro fundador de la Asociación Americana de Profesionales Aduaneros (ASAPRA), entidad continental creada merced a la inspiración e iniciativa de sus entonces dirigentes el 27 de noviembre de 1969 y que agrupa a las entidades colegas de Centro América, América del Sud, España y Portugal y cuya finalidad primordial es la defensa de los intereses colectivos, propender a la jerarquización de la profesión y colaborar en la solución de los problemas que dificultan el desarrollo comercial de los países miembros.-
En otro orden de cosas en la actualidad unas dos mil trescientas personas inscriptas en los respectivos registros de las aduanas del país cumplen con las tareas del despacho aduanero, el 85 por ciento de las cuales se desempeña en Buenos Aires. A este contingente debe sumarse el de mas de 20.000 agentes que constituyen el elenco de sus colaboradores, lo que conforma un importante núcleo laboral.
En el ejercicio de su comprometida misión los Despachantes de Aduanas ponen en evidencia cada día su vocación de servir al país, de abrir nuevos rumbos en las técnicas y métodos de trabajo, a favor del desarrollo comercial, su deseo en fin de ser útiles a la comunidad de que forman parte integrante, en su calidad de vinculo indispensable en las relaciones entre el fisco y el comercio.
En resumen y como consideración final cabe afirmar que el Centro Despachantes de Aduana es un organismo con tradición de coherencia y vitalidad, de espíritu abierto y vocación de progreso, consciente de su responsabilidad tanto en lo que concierne a la ética y moralidad de sus componentes, como en su empeño en coadyuvar a que alcancen el mas elevado nivel en el ejercicio de sus tareas, para cuya obtención le brinda su constante apoyo en los aspectos técnicos y operativos de las mismas.
Para ello ha fincado siempre su aptitud constructiva en los pilares de una renovación periódica de sus programas de acción, buscando rejuvenecerlos y vigorizarlos; en la modernización de su estructura funcional, en la búsqueda del cumplimiento de su destino, manteniendo una conducta sustentada en los más altos valores morales; y sobre todo en ir resueltamente al encuentro de los hechos en lugar de dejarse sorprender por ellos, viviendo el presente con el pasado por día y el futuro por meta, lo que ha permitido al par que cimentar su identidad, afrontar con seguridad y serenamente los cambios sociales, políticos y económicos que han conmovido al país.



